Que el Real Madrid esta temporada va en serio es algo ya asumido por todos. Que el equipo blanco poco o nada se parece al de proyectos anteriores, que tiene otra cara y mucha mejor pinta son evidencias meridianamente claras. Mourinho ha dado con la tecla y ha convertido al equipo en un reloj, en una máquina de cosechar victorias. El mejor ejemplo de las buenas sensaciones que desprende el Madrid lo protagonizó la semana pasada Sergio Ramos. Al término del partido de Copa contra el Murcia en el Bernabéu, el técnico del equipo visitante le dijo medio en broma al defensa: "un poco sí os hemos hecho sufrir en la primera parte...". El sevillano, con una seguridad aplastante le respondió: "no, no, este año esto es otra cosa... de verdad".
Las palabras de Ramos son mucho más reveladoras de lo que en un primer momento pueda parecer. Son el reflejo de lo que piensa un vestuario que está convencido de que puede hacer cosas muy grandes. Jugadores como Sergio (que lleva cinco años en el club) notan la diferencia con respecto a otras campañas.
Fotograma de un momento de la conversación entre Ramos e Iñaki Alonso (as.com)
El Madrid de Mourinho aún no ha perdido ni un sólo partido, va líder en la Liga, líder en su grupo de la Champions y, por primera vez en tres años, se ha clasificado para los octavos de final de la Copa del Rey. Pero más allá de los números lo que de verdad transmite que este equipo es firme candidato a ganarlo todo es la actitud. Los jugadores salen al campo convencidos de que van a ganar y se dejan la piel en el campo (salvo quizás Özil, que sigue sin ser clave en los partidos más duros y difíciles). Y lo mejor de todo ello es que esto no ha ido (como temía mucha gente) en detrimento del espectáculo. El juego directo, vertical y eléctrico que encandila al Bernabéu está apareciendo por primera vez en mucho tiempo. También el Madrid es el equipo más goleador de la Liga (con un promedio de 2,54 goles por partido) y va camino de alcanzar el récord de 107 goles que consiguió en la temporada 1989/90 con Toshack en el banquillo.
"Si a mí me repiten lo de Alcorcón, están muertos", afirmó Mourinho antes del partido de ida de la Copa. Ése era el remedio para este equipo, hacía falta una disciplina que colocara al entrenador por encima del vestuario de una vez por todas. Pocos como el portugués son tan capaces de conseguirlo. Y vaya si lo ha conseguido.
Hablaba antes de la actitud. Y es que para, por ejemplo, ganar la Liga española es fundamental salir victorioso de campos complicados como Anoeta o El Molinón. En ambos partidos el Madrid sufrió muchísimo para ganar... pero ganó. Se fajó para dar el máximo en terrenos de juego que poco tienen que ver con la alfombra del Bernabéu, los jugadores no rehuyeron nunca el contacto pese a la excesiva dureza con que se empleó el equipo rival... En definitiva, le echó lo que antes no le echaba. Es quizás este aliciente lo novedoso del Real Madrid. Calidad y buenos futbolistas ha habido siempre (unas más que otras, cierto, pero para pasar de octavos en la Champions ha habido plantilla suficiente en los seis últimos años y no se ha conseguido) pero el orden, le presión, las ayudas, las coberturas, el no dar un balón por perdido, el ver a un extremo como Di María pegarse carreras de 40 metros para bajar a defender... "Es otra cosa". Ramos lo ha expresado mejor que nadie. La parroquia madridista tiene licencia para soñar.
Por DAVID MARTÍNEZ GARCÍA.
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