miércoles, 24 de noviembre de 2010

Amarillas,rojas y viceversa

Segundos finales del minuto 85. Falta sancionada a favor del Madrid sin peligro alguno para el Ajax pues la falta es en el campo del conjunto blanco. Xabi Alonso es el encargado de poner el balón en juego. Coge carrerilla y parece que sacará en largo… pero no lo hace, se para a mitad de camino. Retrocede lentamente y vuelve a tomar unos metros para lanzar el libre directo. Mira hacia delante para poner el balón en el área rival. A la vez, el delantero del Ajax, el fiero Luis Suárez –lo de fiero no es sólo por el aspecto futbolístico- protesta alzando los brazos ante la tardanza blanca para sacar una falta. Xabi Alonso vuelve a tomar carrera pero se vuelve a parar justo antes de golpear al esférico. Este “que voy… pero no” se repite cinco veces. Creo que a estas horas del miércoles seguiría con este juego si el árbitro no le hubiera sacado la segunda tarjeta amarilla. El tolosarra, no muy contrariado, abandona el encuentro hacia el túnel de vestuarios no sin antes decir algo al árbritro. Creo que fueron estas las palabras del internacional español: “Árbitro, lo que has tardado”. Parece que no le pesa dejar al equipo con uno menos ya que el resultado es 0 a 4 a favor del Madrid. Tampoco se le observa tristeza en el rostro por perderse el trámite en el Bernabéu contra el Auxerre. Para tranquilidad del aficionado, y para quien no viera el partido, la falta finalmente fue ejecutada.
Sergio Ramos, camino del vestuario tras ver la
cartulina roja. Foto Cadenaser.com
Pocos minutos después Sergio Ramos, justo antes de llegar al minuto 90, es el encargado de sacar de puerta. ¡Vaya! Es posible que Iker se haya lesionado. O que su gastroenteritis le impida sacar de puerta –esto es más improbable. Quizá puede que con el frío le haya dado un tirón pidiendo el balón a los recogepelotas, porque creo recordar que sólo paró un lanzamiento de falta. Por lo que allá va el defensa de Camas, siempre tan coqueto. Es por esta razón por la que Ramos se subió una media antes de proceder al lanzamiento. Luis Suárez, otra vez irritado, con las manos casi tocando la cubierta del Ámsterdam Arena, clama al árbitro que por favor se ponga el balón el juego, pues la remontada aún es posible ya que queda el descuento. El colegiado escocés, Craig Thomson, vuelve a echar otra carrerita hasta el área madridista y le saca la segunda cartulina amarilla y por consiguiente la roja a Ramos, suponiendo la expulsión. Creo que Ramos también seguiría a estas horas del miércoles esperando a sacar de puerta si aún no hubiera visto la segunda tarjeta. Ramos no esconde su alegría, se quita con la mano izquierda la cinta del pelo y le da la mano que tiene libre al escocés. “Bien hecho Thompson, esta vez has tardado menos que con Alonso”, pónganle acento andaluz y estas hubieran sido las palabras del ayer central blanco al trencilla vestido de amarillo. Andando lentamente pasa por delante del banquillo blanco –sólo le falta guiñar un ojo a Mou en muestra de un trabajo “bien hecho” y de complicidad- y enfila la entrada a vestuarios donde estos dos sancionados es posible que mediten acerca de sus expulsiones y las causas que han conducido a esta situación para evitarlas en próximos encuentros. No se engañen, no lo harán.
Y no lo harán porque esta situación es repetida y entendible. El poder pasar sin tarjetas a cuestas que eviten suspensión al recibir otra cartulina amarilla en cruces decisivos y a cara o cruz –cruz en los últimos seis o siete años para el Madrid- es algo lógico de intentar. En muchas ocasiones, incluso en el fútbol amateur cuando un equipo puede permitirse prescindir de un jugador, se fuerzan tarjetas que acarrean suspensión en partidos considerados como trámites. Piqué hace poco intentó en Getafe ver la quinta amarilla y empezar nuevo ciclo para no perderse la visita del Madrid al Camp Nou. Le salió mal la jugada al central azulgrana, se excedió en su ímpetu y vio la roja directa por esa mano dentro de su área. En torneos como la Champions, donde el jugador ya no pasa “limpio” tras superar la fase de grupos estas “trampas” seguirán efectuándose. Lo que sucede es que con el señor Mourinho y al ser dos segundas tarjetas tan parecidas y tan seguidas se le de mucha importancia. Sin descontar todo el tinglado que pareció montar el portugués. ¡Si hasta se enfadó con la expulsión de Ramos!
Me parece recordar –hablo totalmente sin datos en la mano y de memoria- que un jugador del Barcelona, Dani Alves creo, hace una o dos temporada hizo lo mismo que estos dos jugadores y el coliseo culé protestaba debido a que el árbitro se negaba a sacarle la tarjeta que conllevaba suspensión. Tal fue la alegría del Camp Nou cuando el colegiado amonestó al lateral del Barça que pareció que Alves había marcado el gol de su vida. No fue así, sólo vio una tarjeta. Por esto no comprendo el estruendo que se ha producido, aunque estando Mourinho por medio…
La solución a todas estas pillerías –el fútbol es para los listos, dicen- consistiría en eliminar el paso de las amonestaciones en la liguilla de grupos a los cruces finales. Las sanciones por roja directa, sin embargo, sí que deberían mantenerse vigentes.
Sucede lo mismo en el caso del partido final de una competición, véase Mundial, Eurocopa, Champions, UEFA League… la que quieran. Qué injusto es que un jugador se pierda un evento de tal magnitud por ver una tarjeta amarilla, que sumada a la que le sacaron en partidos anteriores le impida disputar una final, a la que muy probablemente no llegue en el resto de su carrera. Insisto, otro caso son las cartulinas rojas. Si le has puesto pierna en el pecho a Xabi Alonso pienso que no es que deberías perderte una final, sino que deberías apuntarte a Kárate donde puedas optar a un título mundial diferente al de fútbol. La misma sanción para un jugador que se ha acordado de la madre del árbitro. Pues estas tres situaciones se ven igualadas siempre que el del silbato lo vea en un partido de semifinales –demostrado queda que lo del pecho de Alonso no es fácil de ver- y el jugador por cometer cualquiera de las anteriores acciones se perderá la final. Una pena para el de la tarjeta amarilla, quizá intuyendo que el árbitro le amonestaría tras ese lance del juego lo hubiera calibrado de forma diferente.

Por Javi P.T.

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