viernes, 14 de enero de 2011

El lado oscuro del deporte


¿Qué niño no ha soñado con convertirse en un gran deportista? Nuestros inocentes ojos ven a través de la televisión como futbolistas, ciclistas o tenistas consiguen grandes triunfos ganándose nuestra eterna admiración. La ‘caja tonta’ se convierte en una ventana que nos traslada como por arte de magia a una final de Champions en el Amsterdam Arena, a las empinadas rampas del Alpe d'Huez en el Tour de Francia o al Palau Sant Jordi en plena final de la Copa Davis. Así unos días queremos ser Mijatovic, otros días Indurain y otros días Juan Carlos Ferrero. Esta fascinación por los deportistas no desaparece con los años, ya que ahora seguimos emocionándonos con las victorias de la selección española, de Contador o de Nadal, devolviéndonos por un breve intervalo de tiempo a nuestra más tierna infancia. Pero los años han pasado y nuestros ojos han dejado atrás la inocencia, siendo sustituida por una fina película de escepticismo que se adhiere a nuestras pupilas cuando somos conscientes de que grandes deportistas como Marion Jones, Jan Ullrich o Marta Domínguez se han convertido en ídolos caídos.

Cuando los años pasan y uno se da cuenta de que ya nunca podrá emular a esos grandes deportistas que veía por televisión, empieza también a comprender que en el deporte no es oro todo lo que reluce. Toda esta reflexión viene generada por la reciente muerte del ciclista Alberto León. Implicado en la ‘Operación Galgo’ y recientemente divorciado de su mujer, este deportista decidió ahorcarse y decir adiós a algo tan hermoso como la vida. No es el único caso de suicidio en el mundo del deporte y surge una pregunta, ¿que puede llevar a nuestros héroes a quitarse la vida? En el caso de Alberto León parece que la presión por el proceso judicial en el que estaba inmerso y sus problemas personales pudieron más que las ganas de seguir viviendo. Otro caso muy reciente es el de Robert Enke, el ex portero del Barcelona decidió arrojarse a las vías del tren el pasado 10 de noviembre de 2009 hundido en una depresión tras perder a su única hija. Más allá de algo tan inusual como un suicidio, hay muchos deportistas que entran en una espiral de autodestrucción que les acaba arrebatando hasta el último hálito de vida. Entre ellos algunos tan emblemáticos como los ciclistas Marco Pantani y ‘Chava’ Jiménez o el waterpolista Jesús Rollán. Cuando uno se entera de la muerte de ídolos como éstos, los ojos se humedecen y se intenta no cerrar los ojos para impedir que afloren lágrimas por deportistas que hasta ese momento creíamos inmortales.


Y surge una nueva pregunta, ¿en qué se convierte un deportista cuando deja de serlo? Los deportistas de alto nivel han tenido que sacrificar muchas cosas para llegar hasta ahí y una vez que su carrera se acaba, con poco más de 30 años, ¿qué es de ellos? Muchos tienen la vida resuelta, pero otros tantos no y se encuentran sin ningún horizonte vital ni profesional al que dirigirse. No han querido o no han podido labrarse un futuro más allá del deporte y se les hace muy cuesta arriba encontrar algo en lo que centrar sus esfuerzos. Dejar atrás la rutina propia de un deportista debe ser algo muy duro tras años y años haciendo una única cosa, entrenar para ser cada día un poco mejor. Olvidarse del éxito, el dinero, el reconocimiento y la juventud es una transición difícil de digerir, de ahí que muchos acaben hundidos en depresiones, entren en negocios ilícitos o caigan en terribles adicciones con las drogas, el alcohol o el juego como protagonistas. Esperemos que pase mucho tiempo antes de volver oír hablar de una ‘extraña’ muerte, para que los niños que ahora disfrutan de Iniesta, Gasol o Nadal sigan creyendo que sus admirados deportistas siguen siendo superhéroes a los que nada ni nadie puede derrotar.

Por Roberto C. Rascón. (@rcrascon)

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