martes, 8 de marzo de 2011

Una amistad rota por la guerra


Con el Luna Park de Buenos Aires como testigo y en medio del alborozo tras conquistar el Mundobasket de 1990 con Yugoslavia ante la potente URSS, Vlade Divac tomó una decisión que le marcará el resto de su vida. Un acto impulsivo, hecho sin pensar, casi imperceptible, pero que tuvo unas terribles consecuencias para la amistad que mantenía con Drazen Petrovic. “Para construir una amistad hacen falta años, para destruirla unos instantes” así define la situación el propio Divac en el excepcional documental ‘Once Brothers’ (traducido al castellano como ‘Hermanos y enemigos’) producido por la ESPN y estrenado en Canal + el pasado 1 de marzo. Este documental le sirve a Vlade Divac para exorcizar sus fantasmas y pedirle perdón a su amigo Drazen Petrovic, además de ser 80 minutos imprescindibles para amantes del baloncesto y del deporte en general.

Algo tan insignificante como un trozo de tela acabó con la amistad entre dos de los mejores jugadores europeos de todos los tiempos. Escasos, pero fatídicos fueron los segundos en los que Vlade Divac abandona la 'piña' que forman sus compañeros en el centro de la cancha para acercarse hasta la grada, discutir con un aficionado, quitarle una bandera y tirarla al suelo. El problema es que no era una bandera cualquiera, era una bandera de Croacia, el país de muchos de sus compañeros de selección, entre ellos Petrovic. Este incomprensible gesto impulsado por un destino cruel empañó un momento de felicidad absoluta y truncó una amistad que nace unos años antes.



Durante el verano de 1988, Dusan Ivkovic reúne a los mejores jugadores de Yugoslavia para participar en los JJ.OO de Seúl. Entre ellos se encuentran los jóvenes Vlade Divac y Drazen Petrovic. Durante la concentración previa, el caprichoso destino que destruyó su amistad años después, quiso unir a estos dos jugadores convirtiéndolos en compañeros de habitación. Dos caracteres antagónicos, que sorprendentemente tardaron poco tiempo en hacerse inseparables, ambos unidos por una misma pasión, el baloncesto. Yugoslavia se presentó en Corea del Sur con un equipo repleto de jóvenes promesas, como los ya citados Petrovic y Divac, a los que había que sumar otros jugadores que con los años se convirtieron en grandes estrellas como Toni Kukoc, Dino Radja o Zarko Paspalj. En los JJ.OO, este inexperto pero talentoso equipo, se plantó en la final cayendo ante la URSS de mitos como Arvydas Sabonis, Sarunas Marciulunis o Rimas Kurtinaitis.

Un año después se repite la fórmula y esta vez nadie puede hacer frente a Yugoslavia. La selección dirigida por el maestro Ivkovic juega en casa y barre a todos sus rivales conquistando el Eurobasket de 1989. Después del éxito europeo y como MVP del torneo, Drazen Petrovic desembarca en la NBA. El croata había sido elegido por Portland Trail Blazers en 1986, pero no fue hasta 1989 y tras deslumbrar en el Real Madrid cuando el ‘Genio de Sibenik’ se decide a cruzar el charco. Pero no estará solo en su aventura americana, le acompaña su inseparable amigo Vlade Divac, que en el Draft de ese año es elegido por Los Angeles Lakers. El primer año en la NBA se salda con sensaciones contrapuestas, mientras que Petrovic intenta hacerse un hueco en la rotación de Portland sin conseguirlo, Divac es elegido en el Quinteto Ideal de Rookies y se convierte en uno de los jugadores más queridos de la franquicia angelina. Las llamadas entre Divac y Petrovic se convierten en algo habitual y ambos se cuentan sus penas y alegrías en medio del maremágnum que supone la NBA para dos recién llegados.


Una victoria agridulce

Al fin llega el momento de coronarse como el mejor equipo del mundo y con Argentina como testigo, Yugoslavia no desaprovecha la oportunidad arrollando a la URSS en la final y vengando la derrota sufrida dos años antes en los JJOO. Esa selección de ensueño estaba formada por Drazen Petrovic, Vlade Divac, Toni Kukoc, Zarko Paspalj, Zoran Savic, Velimir Perasovic, Jure Zdovc, Zoran Cutura, Zeljko Obradovic, Arijan Komazec, Radisav Curcic y Zoran Jovanovic. En medio de la celebración se produce el incidente de la bandera, que en ese momento pasa desapercibido para todo el mundo, pero que no tarda en adquirir una trascendencia trágica. Tras este incidente y con los tambores de guerra atronando en los Balcanes la relación entre Vlade Divac y Drazen Petrovic se enfría, hasta volverse inexistente. Ambos vuelven a EEUU y dejan de contarse como uno alcanza la final de la NBA con Los Angeles Lakers o como el otro abandona el ostracismo de Portland para recalar en New Jersey Nets.

En el verano de 1991 y en pleno proceso de independencia de Croacia, se produce la última aparición internacional de una Yugoslavia unida durante el Eurobasket celebrado en Italia. Con la ausencia de Petrovic, Yugoslavia vuelve a conquistar el oro, pero inicia su propia balcanización. Un año después se celebran los JJOO de Barcelona y Croacia se presenta como país independiente, mientras que Yugoslavia queda fuera debido a sanciones internacionales. Croacia, con Petrovic a la cabeza, llega a la final y cae ante el histórico ‘Dream Team’ de Michael Jordan y Cía. En un momento del documental, Divac se pregunta que hubiera pasado si una Yugoslavia unida se hubiera enfrentado a EEUU.


Nunca conoceremos la respuesta a esa pregunta, al igual que Vlade Divac nunca pudo reconciliarse con su amigo Drazen Petrovic al fallecer éste un triste 7 de junio de 1993, en un accidente de tráfico cerca de la localidad alemana de Delkendorf. Petrovic, en un ejemplo de perseverancia había demostrado a la NBA el gran jugador que era y su progresión era imparable hasta que un camión se cruzó en su camino, dejando huérfano al baloncesto de uno de los mayores talentos que ha dado ese deporte. El atronador eco de las bombas había impedido que Divac y Petrovic mantuvieran una conversación que quedó pendiente para siempre. Casi dos décadas después, Divac vuelve a la tumba de su amigo y le pide perdón en un acto de expiación que redondea un magnífico documental sobre una historia tan triste como profundamente humana.


PD: A los que no pudimos disfrutar del gran Drazen Petrovic, al menos nos queda el consuelo de poder constatar sus increíbles hazañas a través de los numerosos videos que circulan por Internet. Una de las mayores exhibiciones del jugador croata tuvo lugar un 14 de marzo de 1989 durante la final de la Recopa de Europa que enfrentaba al Real Madrid y al Snaidero de Caserta en Atenas. En ese partido Petrovic se fue hasta los 62 puntos, dejando claro que Europa se le había quedado pequeña. 14/16 en tiros libres, 12/14 en tiros de 2 y 8/16 en triples, esos fueron los estratosféricos números que ayudaron a que el Real Madrid ganara una de la mejores finales de la historia (117-113) y levantara un nuevo título.




Por Roberto C. Rascón. @rcrascon

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